No me cabe la menor duda que nuestro dios Baco estaría echándose las
manos a la cabeza ahora mismo ante la desidia, abandono y demolición de sus
últimos reductos en una ciudad que desde siempre ha sido considerada como la cuna
del vino y que, actualmente, es conocida con el apelativo “ciudad europea del
vino”. Es una auténtica lástima que estas construcciones endémicas hayan caído
en el despojo de la ruina como consecuencia de los planes políticos que adolecen de sensibilidad histórica al sustituir esos elementos tan distintivos de
nuestra ciudad por otros más modernos que ya disponemos sobradamente. Ya lo
decía Washington Irving en sus cuentos de la Alhambra cuando veía a los gitanos
debajo de los artesonados haciendo fuego o encima de la Torre de Comares donde
Boabdil acordó entregar Granada a los Reyes Católicos: “En España cuanto más insigne
y opulenta sea una cosa, mayor será después su caída y decadencia.”
Evidentemente, su célebre frase se refería tanto al edificio como a sus
moradores, véase el caso de nuestro casco de bodega ubicado en la calle Paúl
que ha terminado en la más triste desolación y que será arrasado en cuestión de
pocos días.
Cuando accedemos al interior del recinto nos damos cuenta de la intención de su monumentalidad con la presencia de amplios frontones con cornisas de piedra, ornamentos, ventanas con elaboradas rejas y otros elementos característicos de la Gran Bodega como máxima aportación al modelo industrial vernáculo por alcanzar unas dimensiones no tratadas hasta el momento. La elección de los materiales como el grosor de los muros y posición de vanos constituyen un factor indispensable para el microclima de la bodega ya que determinarán la temperatura adecuada. La superficie de la fachada principal está atestada de desconchones y engullida por una exuberante vegetación que cubre parcialmente el tejado como si de un manto verde se tratase. Entre los dos ventanales ubicados por encima de la entrada se advierte un letrero sobre unos azulejos que dice “Bodega Cream Sack” y su datación que frecuentemente aparece en estas fachadas se aprecia en las elaboradas rejas de las ventanas. En la ventana izquierda pone “año de” y en la de la derecha se debe interpretar de catapúm pues tanto el cristal como las rejas de la ventana han desaparecido en extrañas circunstancias. La configuración interior queda determinada por la disposición de unos pilares, que origina una distribución de naves donde en teoría iban colocadas las botas en hileras superpuestas, según el sistema de soleras. La anchura de las naves permitía el desarrollo de las faenas inherentes al sistema de crianza donde se necesitaba arrumbar aquellas botas de vinos jóvenes junto a las soleras.
Las suelen denominar como “Bodega Catedral”, partiendo quizá de las evocaciones de algunos viajeros románticos de la época decimonónica que las visitaron: por las dimensiones y caracteres, destacando su especial atmósfera interior que evoca a aquellos espacios místicos donde el silencio reinante invita a recorrerla en meditación. Ese lugar cargado de sensaciones ha acabado siendo un ataúd del sueño abandonado, un nicho donde refugiarse las almas de una sociedad hambrienta que solo desea su hueco. Había sido un almacén de la Inmobiliaria Reyal Urbis, S.A., que estaba colindante a su Delegación (emplazada relativamente cerca de los edificios de Manuel de la Quintana). Esta Delegación existía desde mediados de los 50 del pasado siglo XX hasta 2015, que fue devastada por la crisis del sector inmobiliario suscitada a partir de 2007 y que arrasó con ella, viéndose obligada a cerrar las puertas de sus oficinas en Avda. Alcalde Álvaro Domecq, núm. 4, en diciembre del año pasado. Durante seis décadas construyó y promocionó en esta ciudad y en poblaciones cercanas muchos edificios y urbanizaciones. Caracterizada además por promocionar buenos productos inmobiliarios con estándares de calidad.
En este sentido, con motivo
de las obras de construcción de una promoción de viviendas en las que
parcialmente mutilarán el complejo bodeguero de la calle Paúl, nos llegó un
aviso inmediato de un vecino de la calle Manuel de la Quintana, núm. 2, de que
los promotores de dichas viviendas tenían la maqueta del Edificio Manuel de la
Quintana y se le ofrecieron a regalársela ya que de lo contrario sería
destruida porque tenían la necesidad de dejar diáfana el casco de bodega para
ser desmantelado y proseguir con el proyecto constructivo del mismo. Este
vecino se puso en contacto con mi padre, administrador de las Comunidades de
Propietarios de calle Manuel de la Quintana, para que valorase su recuperación
y rescate con el fin de que la Comunidad de Propietarios de calle Manuel de la
Quintana, núm. 2, pudiera exhibirla en alguna dependencia de dicho edificio.
Consideró de total interés dicha recuperación y dio las instrucciones
necesarias para que fuera salvada y trasladada a dicha Comunidad de
Propietarios. Junto a esta maqueta había otras más arrumbadas, amontonadas y
algunas realmente rotas de distintas promociones de Reyal Urbis, S.A. Así pues,
sin más dilaciones, solicitó de nuevo a los señores responsables que le fueran
regaladas para su recuperación. La solicitud fue admitida y por tanto
entregadas con la única objeción de que fueran retiradas a la mayor brevedad
posible. Estas fueron retiradas y trasladadas a su oficina de administración de
fincas rústicas y urbanas para poder meditar el destino de las mismas.
Entre
las maquetas había una de los terrenos en los que estuvo enclavado el antiguo
cementerio de nuestra ciudad donde comparten colindancia con el Instituto Padre
Luis Coloma y que sobre mediados de los 80 del pasado siglo XX se construyó
distintas promociones de edificios con los nombres de las provincias andaluzas.
Esta maqueta estuvo exhibida durante los últimos 10 años en el hall de entrada del palacete “El
Recreo”, sede de la Inmobiliaria en Avenida Alcalde Álvaro Domecq, núm. 4.
Consideramos efectuar la donación de la misma sin ningún tipo de
contraprestación al Instituto de Enseñanza Secundaria Padre Luis Coloma pues
con el tiempo, será un testimonio de primer orden con valor histórico para
nuestra ciudad y que estará bien protegido en una institución pública como es
dicho instituto al que le sobran fundamentos y méritos para conservar y cuidar
un testimonio claro de su entorno, que a buen seguro representa el hogar de
muchos alumnos que se sentirán seguramente muy identificados.